Las estancias en un hospital siempre son muy duras. Los días se hacen muy largos y la cabeza da muchas vueltas, pero para un niño son aún peores: no entiende por qué se está perdiendo estar en casa con su familia, jugar con sus amigos o ir a la escuela y encima encontrarse mal. Ese sentimiento se va transformando en angustia según van pasando los días, semanas o incluso meses.

Para Ángela las sesiones de Arteterapia eran como un rayo de sol en mitad de un día nublado. Podía estar muy desanimada, encontrarse mal, no querer hacer nada, pero cuando veía a “la de arte”, buscaba fuerza de cualquier sitio y sacaba su mejor sonrisa para ponerse manos a la obra.

Gracias a Núria, la arteterapeuta, Ángela se entretenía pensando qué haría ese día: barro, collage, pintura…? Y cada día era una sorpresa nueva. Durante las sesiones, mi hija desconectaba de todo, se centraba en la técnica que estaba realizando y en la música que la acompañaba. Expresaba sus sentimientos mediante el arte y se relajaba gracias a la música.

Una vez terminada la sesión, estaba deseando que llegara la siguiente semana para sorprenderse con algo nuevo que le planteara Núria.

Como madre, estas sesiones me ayudaron mucho ya que veía que mi hija seguía teniendo interés, ganas e ilusión en algo. Por unas horas la volvía a ver sonreír incluso con la mirada.

Sólo encuentro palabras de agradecimiento a la gran labor de Núria y sus sesiones de “Arteterapia”.